domingo, 27 de diciembre de 2015

Brisa

Confundimos realidades, es nuestra cualidad hacerlo.
Nos encanta contarle a la gente nuestros maravillosos gustos,
a veces simplemente los inventamos solo
para sentirnos mejor, para sentirnos más personas.
Pero si algo me ha quedado claro es que si te gusta 
una canción no es solo escucharla una vez y que la aprecies,
sino escucharla una y otra vez y que cada vez te sorprenda
y te guste más y más.
Al igual que si te gusta la Nocilla o cualquier otra 
comida no es que te guste tomarla de vez en cuando en una tostada,
sino emocionarte y correr hacía ella cada vez que entras a un supermercado.
Si te gusta una persona, no es poder presumir de ello
ante los demás como el cotilleo del año,
es coger y sonreír cada vez que aparece en tu mirada,
caer en un abismo cada vez que te mira y 
sentir cosquilleos en tu barriga cada vez que piensas en ella.
Nunca pensé que la biología justificase nuestras emociones,
podríamos decir que somos sentimientos enlatados en un corazón perdido; 
pero hace poco leí algo curioso de un estudio científico
que demostraba lo importante que es para nuestro sistema
la acción de llorar. 
No pude olvidar ciertos momentos de mi vida
en los que me sentía mal, sobre todo de pequeña,
y siempre me prohibía a mí misma llorar, 
por miedo a que se rieran de mí.
Las pocas veces que he sabido hacerlo 
en público, las lágrimas han funcionado
como un remedio y un consuelo eficaz. 
Las lágrimas son nuestras heridas evaporándose.
Nada más por mi parte, esta es una reflexión
de hoy.


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