Quizás había perdido la fe en encontrarse mirándose a un espejo,
porque había dejado de ser yo misma
o como nunca me enseñaron como hacerlo,
nunca había sido quién era.
Porque el mundo dice que todo influye,
incluso las palabras bonitas de una persona querida
o las tardes de lluvia observando la ventana.
Y todo influye para bien o para mal,
pero lo hace, dejando atrás quienes eramos
hacía unos años, tan puros y sinceros
hasta convertirnos en copias de madera
que circulan por las carreteras sin
girarse al ver el Sol.